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Infografía de la Denominación de Origen
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Córcega
HISTORIA
La viticultura comenzó en Córcega en el siglo VI a. C. con la llegada de los griegos, que empezaron a elaborar vino en Aléria, en la costa oriental. Sin embargo, se desarrolló sobre todo por los romanos, que establecieron allí la capital de la provincia romana contribuyendo al desarrollo de la viña. Después, durante toda la Edad Media, los mercaderes de Pisa y de Génova favorecieron el negocio de los vinos del litoral norte de la isla: Patrimonio, Cap Corse y Calvi.
En el siglo XVI, el cartógrafo Ignazio Danti que había pintado Córcega en el falso techo de la galería vaticana, escribió: «Córcega ha recibido cuatro grandes dones de la naturaleza: Sus caballos, sus perros, sus hombres fieros y valientes y sus vinos, generosísimos, que los príncipes tienen en la más alta estima».
En el siglo XVIII y en el XIX, la viticultura corsa conoció un desarrollo espectacular. Entre 1788 y 1896 su producción se dobló y la isla pudo fácilmente exportar hacia la región parisina gracias a la llegada del ferrocarril a Sète. A finales del siglo XIX, los estragos causados por la filoxera supusieron una catástrofe económica y la producción se hundió.
A comienzo de los años 1960, con la instalación en Córcega de 17.000 repatriados de Argelia, la viticultura corsa fue relanzada, pero de manera casi industrial, con la plantación, en más de 14.000 hectáreas, de viñas de alto rendimiento como la cariñena, la garnacha tinta o el samsó. Algunas familias, sin embargo, siguieron cultivando las variedades tradicionales. Poco a poco los vinos corsos tomaron el lugar ocupado por los vinos de mesa argelinos dentro de una gama de vinos de mesa de bajo precio y de calidad más que modesta.
Sin embargo, esta política va contra las nuevas prácticas de consumo al tiempo que las ventas de vinos de mesa se hunden a partir de los años setenta. En veinte años, la viticultura corsa pierde los dos tercios de sus viñedos, con lo que la superficie global pasa de 32.000 hectáreas solamente a 10.000 hectáreas al final de los noventa, arruinando la economía local.
Pero, desde principios de los noventa, los viticultores comienzan a reaccionar y predican la calidad. La política vitícola de la Unión Europea contribuyó a la sustitución de las cepas más productivas por las cepas tradicionales de alta calidad. Actualmente la mayoría de los vinos de la isla tienen una marcada tipicidad debida a las condiciones del terreno y a la riqueza de las cepas locales. Hay unas 1.500 ha de viñedo en la isla en diferentes denominaciones.
La mayoría de los vinos corsos son tintos, es decir, la mitad de la producción de la isla. Hay también vinos rosados (de color claro, frescos y afrutados) (25%) y los blancos son una minoría (un 10%) y también dulces. Hay que decir que el uso de la madera para la crianza de los vinos apenas existe, ya que los vinos de Córcega no son aptos para ser conservados y se orientan a un consumo temprano.
El vino blanco se elabora con un mínimo de 75% de Vermentino y un máximo de 25% de Ugni Blanc (Trebbiano Toscano). El vino tinto y el rosado se mezclan con al menos un 33% de Nielluccio (Sangiovese), un 33% de Sciacarello (Mammolo) y Garnacha Noir, además de Cinsaut, Mourvèdre (Monastrell), Barbarossa, Syrah, Carignan Noir y Vermentino.
La jerarquía de los crus y productores de Córcega no está todavía establecida, lo que no impide que cada año se designe una élite de vinos y bodegas que define cada año más el estilo de los vinos corsos.
TIPOS DE UVA
Los vinos de Córcega no son vinos potentes y densos como algunos vinos del Languedoc. Muy al contrario, la característica común de la mayoría de ellos es la frescura. Esta característica propicia a sus vinos blancos de la uva Vermentino, este tipo de uva, que se llama Rolle en Provenza, variedad de la Malvasía, adquiere una frescura y una fineza aromática muy superiores a los vinos del Languedoc-Rousillon o la Provenza. En cuanto a los vinos tintos hay que diferenciar dos variedades principales, el Nielluccio y el Sciaccarello, cada una con un estilo diferente. La Malvasía llamada aquí Malvoisie y el Muscat que se caracteriza por la frescura con un equilibrio sutil y menos dulce que los muscats peninsulares.
Se cultivan sobre todo variedades autóctonas, de origen italiano y la mejor es seguramente la Sciaccarello, la más antigua y la más conocida, que es una uva tinta que sólo se cultiva en la isla (en el sur), y cubre el 15% del viñedo. Da lugar a vinos finos y especiados, a los mejores crus. También destaca la Nielluccio, que seguramente tenga el mismo origen que la Sangiovese italiana y ocupa en torno al 35% de los viñedos de la isla; es una uva tinta antigua.
Otras variedades de uva tinta son Aleatico, Garnacha, Cinsault, Carcajolo noir y Careñena (carignan) y de uva blanca Cordivarta, Barbarossa, Ugni blanc, Carcajolo blanco, Vermentino y Malvasía. Existen otras variedades autóctonas, pero son minoritarias y no se incluyen en los vinos con denominación de origen. Y las variedades más internacionales, como la Merlot, Cabernet o Chardonnay tienen una presencia testimonial.