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Bodega con 3 ha de viñedos
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DOCs Sicily

    Sicilia

    HISTORIA

    Los escritos antiguos y las investigaciones actuales parecen confirmar que el cultivo de la vid y las técnicas de vinificación fueron introducidos en Sicilia por los primeros colonos griegos. Diversos testimonios, tales como Aristóteles, Ipio de Reggio (historiador del siglo V a.C.), Archestrato de Gela (poeta y gastrónomo del siglo IV aC) y, sobre todo, Diodoro Siculo, demuestran que, en la antigüedad, en la zona de Siracusa se obtenía un vino llamado Pollios, en honor de Pollis de Agro, mítico tirano, que lo había difundido por Sicilia (VIII-VII a.C.). Este vino derivaba de la variedad de nombre Byblia, originaria del Mediterráneo oriental (los montes Biblini, Tracia). De este vino parece original el Moscato de Siracusa, como defiende el historiógrafo y enólogo Saverio Landolina Nava (1743-1814), en referencia a un fragmento de Zenobio del siglo I d.C., a partir de ese testimonio podríamos clasificar este vino como el más antiguo de Italia.

    Asimismo, los orígenes del vino Malvasía de Lipari parecen remontarse a la colonización griega de Sicilia y, por tanto, de las islas Eoleas, según Diodoro. Este vino, complejo y concentrado, era y es conocido como unos de los vinos más aromáticos y antiguos de Sicilia. En la obra La vida errante, el novelista francés Guy de Maupassant (1850-1893) describe así la malvasía de Lipari: «Parece jarabe de azufre, denso, azucarado, dorado y con gusto sulfuroso, características que le hacen parecer el vino del diablo».

    Según Stardone y Ateneo, de la época tardorrepublicana del Imperio romano, el vino dulce y ligero Mamertino, producido en el nordeste de Sicilia, era apreciado por muchos, entre ellos Julio César, y exportado a Roma y África. En la Edad media, hacia el 1600, la malvasía de Lipari, por su sabor y aroma dulce, se parangona con los vinos producidos con la variedad moscatel. En 1596, Andrea Bacci lo describe como un vino «sincero» enfrentándolo con el más notorio mamertino.

    Sin embargo, Plinio el Viejo se decantaba por un vino dulce producido en las proximidades de la actual Castel di Tusa (antiguamente Halaesa), donde en el siglo II a.C. se acuñaban monedas de bronce con símbolos alusivos a la viticultura. Escasas son las noticias recogidas hasta nuestros días del vino Inykinos, dulce y buenísimo según Fozio, procedente de la ciudad de Inykos (quizás en el valle de Belice).

    Tras la caída del Imperio romano, el cultivo de la vid y la producción de vino se redujeron drásticamente también a causa de las diversas y continuas dominaciones que ha sufrido la isla de Sicilia. A la dominación árabe se debe la introducción del moscatel de Alejandría en la isla de Pantelleria, y aún hoy la cepa mantiene el nombre zibibbo del árabe «Zibib» (cabo Zebib en Túnez). Los árabes permanecieron en tierras sicilianas desde el año 853 al 1123 d.C. e introdujeron la técnica del cultivo de la vid, pero también la pasificación de la uva, una técnica que se ha mantenido hasta nuestros días. Cupani refiere en 1696 la presencia de la variedad zibibbo en los viñedos sicilianos.

    No obstante, a partir del 1400, pero especialmente a finales del 1700, surge en Sicilia una gran industria enológica que produce el famoso, todavía hoy, vino de Marsala. Fue en 1773, cuando John Woodhouse, comerciante inglés que arribó al puerto de Marsala buscando refugio de una tempestad de siroco. Probó el vino local, fuerte y robusto, y lo expidió hacia Inglaterra, pero añadiendo a cada recipiente aguardiente de vino para evitar que se oxidase durante el trayecto por mar. El marsala tuvo un gran éxito; la familia Woodhouse empezó a invertir en Sicilia, de modo que a finales del siglo XVIII ya se bebía en todas las naves de Su Majestad británica. Tras los Woodhouse, otros ingleses llegaron a Marsala, el más notable de los cuales fue Benjamin Ingham, un hombre de negocios afincado allí desde 1812; también él fundó una bodega, convirtiéndose en 1851 en el hombre más rico de Sicilia. En 1832, Vincenzo Florio y su hijo Ignazio, se trasladaron a la isla, para hacer la competencia a estos dos elaboradores británicos, convirtiéndose así en parte activa de la burguesía siciliana. Finalmente, en 1860, cuando Garibaldi y sus Mil desembarcaron y conquistaron Sicilia, festejaron bebiendo y brindando con vino de Marsala; perdura en la memoria, además, el histórico brindis de Dumas y Garibaldi. 

    Hasta la edad contemporánea los vinos históricos de Sicilia eran dulces, sin embargo, los vinos tintos son actualmente los más reconocidos de la isla. Irónicamente, las condiciones casi perfectas para el cultivo de la vid jugaron un papel clave en la caída del vino siciliano a fines del siglo XX. Los viticultores sicilianos impulsaron sus viñedos para altos rendimientos que condujeron a vinos desequilibrados y carentes de sabor y a una caída en la calidad y en la confianza del consumidor. Afortunadamente, el movimiento para revertir esta reputación está en marcha, y Sicilia es ahora una de las regiones vinícolas más prometedoras e interesantes de Italia.

    Es a partir de los años 60 y 70 del siglo XX cuando comienza a cambiar la viticultura siciliana gracias a personajes como Giacomo Tachis y se inicia el embotellado de vinos, se comercializan fuera del granel o de las damajuanas en la Sicilia Occidental. Enrico fue el primer gran vino que se dio a conocer en 1984 porque fue la primera verdadera apuesta por la alta calidad. Le siguió el Rosso del Conte con un poco de perricone. El cambio definitivo llega a Sicilia desde el año 2000, cuando el reparto varietal era del 25% en tintos y el 75% en blancos. En ese período sube la extensión de la nero d'Avola en un 33%. Se suceden plantaciones, las bodegas grandes apuestan por ella.

    TIPO DE UVA

    La variedad tinta más representativa de la isla es, sin duda, la Nero d'Avola con más de 18.000 ha de viña plantadas, siendo la segunda variedad de la isla más cultivada por detrás de Catarratto blanca. Nero d’Avola es tánica, con buena acidez y una estructura media, da vinos afrutados con claras notas de cereza, especialmente cuando son jóvenes. 

    No hay muchos datos precisos de sus orígenes. Durante un tiempo se pensaba que era pariente de la syrah, que en el viaje desde Asia hasta Francia habría parado en Sicilia, pero eso lo determinará el ADN. Sí que sabemos que antes de conocerse como nero d'Avola se llamaba calabrese, nombre con la que se denominó a lo largo del siglo XIX. Bacci habla a finales del S. XVI "del vino hecho al uso calibrese" en la provincia de Catania. En esa época se asocia por primera vez al pequeño pueblo de Avola en provincia de Siracusa. Pero ese calibrese no procede de Calabria sino de una italianización del término dialectal siciliano "calavrisi" que es "uva (cala) de Avola (vrisi)". Luego se sustituyó el 'uva' por 'nero'. Capuani, en 1616, habla de "calavrisi con grano redondo". Pero es desde el siglo XVIII cuando se comienza a hablar con cierta frecuencia de la variedad. En Avola estuvo presente hasta finales del s. XIX, cuando llega la filoxera. Desde aquí viaja al Valle de Noto y de ahí comienza su extensión por toda la isla. En 1870 ya avisaba Angelo Nicolosi de que era una de las castas con mayor calidad que existían. Por lo tanto, no procede ni del centro ni del oeste de la isla, donde hoy se ha difundido con mayor presencia. Se encontraba en las zonas de Avola, Noto, Vittoria y Pachino y de allí se extendió por toda la isla. El carácter de la zona originaria nada tiene que ver con el de las zonas de adopción. Está presente por toda la isla excepto en la zona del Etna.

    Se trata de una casta de difícil maduración, esa es una de las causas por las cuales se ensambla, para refinar el vino y hacerlo más suave sin que pierda su enorme personalidad, con castas francesas como cabernet sauvignon, merlot y syrah (sobre todo esta última), alguno con sangiovese para aportar un poco de acidez. Mucho mejor armoniza con la perricone o la frappato. O en solitario, como la mayoría de productores están apostando desde hace década y media. Las maceraciones eran muy breves hasta la llegada de Tachis, invitado por Diego Planeta, que las recomendó más largas y así se podía conseguir una mejor textura y mayor estructura.

    Otras uvas tintas que pueden considerarse típicas de la isla son la pignatello o perricone, de carácter frutal y muy fácil de beber y la frappato, más fina y con menos color. Las variedades hermanas Nerello Mascalese y Nerello Cappuccio también son jugadores pequeños en términos de volumen, pero son de vital importancia en todo el Monte Etna. Otras variedades locales son Grecanico, Alicante (Garnacha) y Nocera. Una apuesta que en Sicilia está teniendo mucho éxito en los últimos años, son los vinos elaborados con variedades internacionales, sobre todo como monovarietales, de cabernet sauvignon y syrah en particular. 

    Los blancos representan alrededor del 70% de la producción de la isla y ocupan una superficie de viñedo más que respetable. La variedad blanca más representativa es la catarratto, una uva que da vinos con una aromática muy equilibrada, sabrosos y con buena estructura. Con una nariz más marcada son los vinos a base de inzolia, la ansolica toscana, mientras que la variedad grillo es más concentrada, con más sabor y salinidad, ideal también para la producción de vinos de Marsala. Entre los aromáticos, destacan obviamente los vinos a base de moscato de Alejandría, conocido aquí como zibibbo, ideal para la vinificación en seco e inolvidable como passito de Pantelleria. En cuanto a las variedades internacionales, el chardonnay es de las uvas que mejor resultados ofrece en Sicilia, generalmente apta para soportar una cierta crianza.

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    D.O./Valle (regiones vinícolas)

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    Rimontgó Bodegas

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